lunes, 30 de abril de 2012

NUEVEDIECISIETE


Al correntino lo seducía el azar… bah, en realidad para decirlo en criollo le encantaba la timba. No te digo que estaba perdido por el escolazo, pero le fascinaba.
Todo lo que se le cruzaba adelante el tipo le jugaba: quiniela, tómbola, loto, quini, bingo, prode, raspadita, la rifa de la escuela del barrio, o tirar una moneda a cara o cruz por guita… cualquier cosa.
Y ni hablar de los burros. Las carreras de caballos también lo apasionaban.
Se iba el primer domingo de cada mes, con la platita fresca, al hipódromo del pueblo a jugarse unos pesitos y si bien lo suyo era el chamamé, podía escuchársele susurrar por lo bajo el recitado de un tango que le había enseñado Don Cosme, el almacenero del barrio que siempre lo acompañaba a las carreras, que decía:

Andate bien temprano, por derecho en ventanilla
No escuchés a nadie, hermano, ni tampoco a la cartilla,
Vos ponele todo el resto al potrillo que te doy
Apostale en la primera, porque el dato es bien polenta.
El pingo vendrá en la punta, y paga como cuarenta

Le faltaba nomás las apuestas por internet pero todavía no había descubierto las mieles de la era digital, no por falta de ganas, sino porque el ciberespacio estaba un poco lejos de su alcance. Hasta el reloj calculadora y el celular con cámara había llegado, de ahí en más era todo “cosa ´e mandinga”.
Era empleado en una fábrica y todos los días el tema de conversación cuando subía al colectivo que lo llevaba al trabajo era qué número había salido anoche en la lotería, o si alguien había soñado algo “pa jugarle a la matutina”.
Vale aclarar que el correntino no era un timbero común y corriente, era todo un especialista en la interpretación de los sueños. A él le había enseñado un curandero pararguayo que vivía cerca de su Mburucuyá natal.
Y no tenía nada que ver con la típica interpretación de sueños occidental capitalista y postmoderna que hoy conocemos y que está pegada en esos posters pedorros en todas las agencias de lotería del país, hechos vaya a saber uno por quién. Esto era totalmente distinto, algo mucho más místico y ancestral que viene traspasándose de generación en generación desde los indígenas guaraníes hasta nuestros días. Los maestros, una suerte de chamanes numerológicos, les enseñan a sus discípulos estos conocimientos milenarios, un día antes de pascuas o navidad. Y el correntino era uno de los pocos depositarios de ese valioso legado.
Por ejemplo para la interpretación tradicional u ortodoxa de los sueños, si uno soñaba con una gallina había que jugar al número 25. Sin embargo, para el correntino, el 25 era “la tararira”.
A continuación les transcribo algunos ejemplos más:

Número
Interpretación de los sueños convencional
Interpretación correntina de los sueños
 00
Los huevos
El pichón de tero
 01
Agua
Los tábanos
02
Niño
El cura
07
Revólver
La gomera
14
El borracho
El yaguareté rengo
15
Niña bonita
Neryke (Tu hermana)
16
Anillo
Nderevinee
(sin traducción autorizada)
22
El loco
El mono tuerto
27
El peine
Akâperô (El pelado)
50
El pan
El chipá
92
Medico
El pachichí

Al único número que jamás le jugaba era al 13, porque el 13 era “la yeta” y era igual para ambas interpretaciones. Ni que fuera una fija lo jugaba. Jamás en sus 39 años de vida le puso un centavo a ese número prohibido, casi maldito para él.

Más allá de eso, el tipo sabía mucho de estadísticas (“la de la agencia me dijo que el 37 no sale desde el 4 de Octubre”, comentaba) y conocía martingalas de diversa índole y procedencia, que rara vez daban resultado.
Pero con algo tiene que entretenerse el ser humano y a falta de diversión buenos son los vicios, decía.
Una patente de auto repetida, la edad y/o la fecha del cumpleaños de alguien, algún número capicúa… había que estar atento a todo porque cualquier cosa podía ser un mensaje encubierto que la diosa fortuna le estaba enviando.
El itinerario después del trabajo era ya un clásico: se bajaba del colectivo en la agencia de lotería del Ariel, que estaba en la esquina del banco y se jugaba algún numerito; de ahí al Bar de Cabeza a tomar un vermusito hasta que se hagan las nueve que era la hora del sorteo nocturno de la quiniela, que siempre se escuchaba por radio en el bar.

Lo de Cabeza era un bodegón de los de antes, tipo almacén de ramos generales, que milagrosamente sobrevivía a los avatares de la modernidad y supo hacerse un lugar entre los deliverys y minimarkets, destinado a una clientela muy “selecta” y fiel.
El nombre no se debía a algún apodo modernoso sino al apellido del dueño y fundador de tan emblemático reducto: Don Ignacio Salvador Cabeza.
Don Cabeza era un inmigrante español, andaluz, comunista de la primera hora, que había llegado al país en 1938. Había quedado sordo de una oreja como consecuencia de su participación en la Guerra Civil española. Todavía hoy permanecía colgada la bandera que se trajo en el barco cuando vino de su Almería natal que rezaba “Proletarios de todos los países, uníos”, con la hoz y el martillo de fondo.
La mayoría de los parroquianos del bar no entendía de qué se trataba ese trapo rojo, salvo Andrés Lorenzo, un tipo muy leído que había sido miembro de la Juventud Peronista en los ´70. Cuando Don Cabeza lo veía venir se le iluminaban los ojos. Era el único que parecía sacarlo de la monotonía. Se pasaban horas hablando de política y era como que el viejo rejuvenecía 50 años volviendo a revivir aquellos tiempos de juventud y apasionados ideales.
Después, cuando volvía a la actualidad, lejos ya de sus épocas de revolucionario, pasaba sus días en un rincón del bar sentado en su sillón, con la radio apoyada en su oreja sana, escuchando los noticieros y los resultados de los sorteos y las carreras.

El hijo de Don Cabeza era Julio, el encargado del bar. Había estado ahí desde que tenía uso de razón y se hizo cargo del negocio familiar cuando cumplió la mayoría de edad. Si bien siempre soñó con ser un dibujante famoso, el trabajo del bar no le disgustaba. Disfrutaba las charlas con los clientes, el sol que entraba tempranito por la ventana cuando abría el negocio, el olor al café express y pan tostado por las mañanas.
Y como en el bar se tiene mucho tiempo ocioso, había perfeccionado su vocación de dibujante y hacía unas caricaturas realmente estupendas de los clientes mas asiduos del bar que adornaban las paredes del bodegón.
Al correntino lo había dibujado igual… con la camiseta de Boca que le quedaba por arriba del ombligo, panzón, medio barbudo, pelo enrulado, ojos chiquitos, nariz considerable, una boleta de lotería en una mano y un chipá en la otra.

El bar era el punto de reunión natural y cotidiano de muchos clientes.
Pero en algunas ocasiones puntuales el bar se llenaba.
Una de esas ocasiones era cuando se sorteaba "La Mayor"
Todos los años, en una fecha cercana a año nuevo, generalmente la primera semana de Diciembre, se sortea El Premio Mayor de la Lotería Nacional, al que en la jerga del ambiente de la timba se lo conocía como La Mayor.
Es el sorteo más importante del año y se transmite por televisión y radio para todo el país.


El día del sorteo, el correntino preparó su payé infalible: la estampita del Gauchito Gil bendecida por el Padre Cachito y dos plumas de caburé.
Sin embargo, estaba intranquilo porque no tenía decidido aún que número iba a jugar. Todo el día estuvo tratando de detectar alguna señal, alguna situación en particular, un número que llamara especialmente su atención… pero nada.
En el viaje de vuelta del trabajo, se concentró y pensó que número jugar, lo analizó fríamente. Decidió que esta vez no se iba a dejar llevar por un impulso o una corazonada. Esta vez iba a analizar la jugada, literalmente hablando.
Y de repente le vino la idea : “el día que nacieron las gurisas”, pensó.
Así fue que mentalmente hizo un repaso de las fechas de nacimiento de sus tres hijas: A ver: Itatí nació el 9 de Julio, Irupé el 1º de Noviembre y Anahí el 7 de Mayo...  9-1-7... 917, lindo número che... 917, si señor.
Se bajó del colectivo y fue decidido a la agencia de siempre.
- Hola Ariel. Jugame al 917 a la cabeza en La Mayor ... ponele trescientos pesos
- Epaaa ¿Trescientos?
- Si papi...  ¿o mi plata no vale?
- Ta bien, ta bien, lo que vos digas. Acá tenés el boleto. Suerte.

Siguiendo con su rutina se fue para el bar de Cabeza.
Se pidió un vermusito, unos maníes y se quedó conversando con los muchachos. Después pidieron unas cervezas para matar la ansiedad, hasta que se hizo la hora del sorteo.
- Poné la tele Julio que lo pasan por canal 7.
- No muchachos, me van a tener que disculpar pero se rompió el televisor anoche y no pude arreglarlo. Si quieren escuchar el sorteo allá está mi viejo con la radio.
El correntino se arrimó al viejo Cabeza
- Buenas noches
- Buenas noches
- ¿Está escuchando el sorteo?
El viejo no era de muchas palabras. Le hizo “si” con la cabeza. Se quedaron juntos, cerca, los dos callados, sin intercambiar palabra. El sorteo empezó puntual. Transcurridos varios minutos  el premio mayor aún no llegaba.
Las cervezas empezaron a hacer efecto en la vejiga del correntino, que aunque no quería perderse un minuto del sorteo, si se quedaba un segundo más sin ir al baño podía llegar a explotar.
Finalmente fue a desagotar y cuando estaba saliendo del baño, entraba Pedro.
- Mirá que cantaron el primer premio de La Mayor correntino
- ¿Qué número salió?
- No se che, ahí estaba el viejo con la radio.
Apenas había terminado de subirse los pantalones que ya estaba donde el viejo.
- ¿Me dice que salió a la cabeza en la Mayor?
- ¿Qué lo qué?
- ¿Me dice que salió a la cabeza en la Mayor?
- Nueve diecisiete

El corazón del correntino se detuvo por un instante. Temió no haber escuchado bien por lo que repreguntó:
-Perdón  ¿Cómo dijo?
- Nueve diecisiete
 - ¿Nueve diecisiete dijo?
-¡Pero si coño! Nueve diecisiete he dicho ¿O hablo en chino yo?

La alegría se apoderó del correntino. Tantos años de sequia y de que la suerte le había sido esquiva habían terminado. De la emoción le partió la boca de un beso al viejo que se quedó inmóvil sin entender que pasaba. Acto seguido se subió a la mesa del medio del bar, largó un sapucay interminable y anunció:

- ¡Jajuka mba'éna sebo'i! Julio, una vuelta para todos che, que pago yo ...¡ me saqué La Mayor chamigo!

La gente se alboroto en el bar y los festejos comenzaron.
Todos se abalanzaban sobre el correntino para felicitarlo y brindar.
Lo subieron en andas y lo pasearon por todo el bar, le echaban cerveza en la cabeza y se sucedían los vítores y hurras en honor al afortunado.
Cuando se calmaron un poco los ánimos se acercó al correntio su amigo el Cuervo
- Te felicito loco, me alegro mucho, de corazón.
- Gracias che, todavía no lo puedo creer
- ¿Y que se te dio por jugar ese número?
- Es por las fechas de nacimiento de mis gurisas
- Aaaaa, mirá vos. A mi me extrañó porque yo pensé que vos al 13 no le jugabas.
- Noooo, ¿A la yeta? ¡Ni loco!
- ¿Y entonces?
- Y entonces ¿qué?
- ¿No dijiste que sacaste La Mayor?
- Si
- Pero a la cabeza salió el 813
- Jajaja, pero no chamigo, el 917 salió.
- No no, en serio, te digo que salió el 813, si lo dieron por la tele y por la radio. Preguntale a Roberto que agarró las dos cifras.

El correntino se empezó a preocupar. El estómago se le hizo un nudo y fue corriendo a donde estaba Roberto, que se encontraba vaso en mano y cuando lo vió acercarse se apresuró a gritar: Un brindis acá por el amigo correntino que nos invitó estos tragos y otro por el 813 ... salud!
- Si, si, salud...vení un segundo Roberto
El correntino lo apartó de la multitud a Roberto que ya estaba medio puesto
- ¿Dónde escuchaste el sorteo?
- En casa 5 minutos antes de venir, por canal 7. Estaba este tipo, el pelado con rulito... como se llama... esteeee, ¡Riverito! Si, Riverito estaba. Y también los niños cantores esos y uno de los pibitos dijo “ochocientos trece”y la otra piba dijo “ubicación: uuuuuuuuuuuuuunooooooooooooooooooooooooo”.... que emoción loco, te envidio sanamente, lo que se debe sentir agarrar las tres cifras hermano, de ser algo increíble...
En ese momento el correntino se puso pálido y se le vino el alma al piso.
Automáticamente lo miró a Don Cabeza con una mirada fulminante, que todavía estaba sentadito en su sillón y se fue hasta el rincón dispuesto a increparlo.
- Oiga, ey, usted...
- ¿Qué es lo que queréis ahora chaval?
- ¿Qué carajo me dijo?
- ¿Qué le he dicho yo de qué? Te he respondido lo que me has preguntado
- Pero que mierda me vas a responder lo que te pregunté viejo añamemby, me dijiste cualquier cosa… nuevediecisiete me dijiste… nuevediecisiete.
- ¿Pero es que te has vuelto loco chaval? Te he respondido lo que tú me has preguntado, encima te lo he tenido que repetir tres veces, tuve que soportar tu actitud de marica y ahora para colmo de males te ofendes. ¿O que coño me habéis preguntado tu acaso?
- Yo le pregunté “¿Me dice que salió a la cabeza en La Mayor?”
- ¿Cómo?
- ¡Me-di-ce-que-sa-lió-a-la-ca-be-za-en-La-Ma-yor!
- Aaaaa, caramba... joder con estos audífonos... verás, yo te entendí “¿Me dice que hora es Don Cabeza por favor?... y bueno, eran justo las nueve y diecisiete, entonces...

El mundo se le vino abajo. Mientras Don Cabeza seguía tratando de explicar el mal entendido el correntino planeaba de qué forma podía llegar a ajusticiar al viejo. En breves instantes pensó varias alternativas:
a) Podía ahorcar al viejo con la bandera roja...
b) Podía partirle la radio en la cabeza...
c) Podía tomar carrera y pegarle una patada voladora en el medio del pecho e incrustarlo en la pared con sillón y todo...
Pero cuando la ira y la bronca llegaban a su punto máximo, un repentino sentimiento de lástima hacia el pobre viejo hicieron que le bajaran las pulsaciones.
- Está bien, está bien Don Cabeza. No se preocupe, le dijo ya totalmente resignado, pegando la vuelta cabizbajo y apesadumbrado .
La bolilla se corrió enseguida entre los parroquianos que comenzaron a hacer leña del árbol caído y a burlarse del pobre “ex” afortunado.
- ¡Pagate otra vuelta correntino!
- ¿Qué vas a hacer con toda esa guita?
- Andá a cobrar el premio a la c...
En ese momento llegaba Julio con la cuenta.
- Son $359 pesos che ¿Me lo pagás cuando cobres el premio? le dijo en tono irónico.
El correntino lo miró con odio
- No, no te pago ahora nomás. Tomá
- ¿Pero para que me das $500? Pará que te doy el vuelto.
- No deja nomás ... con lo que sobra comprale un audífono nuevo a ese viejo de mierda!

No hay comentarios:

Publicar un comentario